sábado, 23 de mayo de 2009

Que voy, que vengo, que al final regreso.

Hola de nuevo!!! Quizás todavía se acuerden de mí, un chaval que hace un tiempo mandaba mails contando las cosas que le pasaban en su viaje a Europa. El mismo que es vecino de un tal Romeo, pero que no se lo encuentra nunca y por eso dejó de relatar chismes de su vida y sus distinciones. Ese que va a disfrutar del aire libre y la naturaleza de una plaza, pero que cuando ve procesiones de gente entonada de vino, se olvida de todo y va para allá.
Bueno, lo cierto es que hoy, después de un mes de ausencia bloggera o mailera o como quieran llamarlo, se me juntaron varias cosas para contarles, sucesos que fueron alimentando de experiencias (algunas gratas, otras no tanto) este viaje que comenzó a mediados de marzo.

Nos habíamos quedado en que ya estaban en marcha los planes de visitar Portugal. La ansiedad del viaje inminente funcionó como aliciente ambulante, y aproveché una escapadita de trabajo que Fede tenia que hacer a Madrid para acoplarme al plan en calidad de asistente para el ocio. Fue entonces cuando volví a recorrer los paisajes de esa ruta que significaron el primer impacto agradable de mi viaje. Salimos muy temprano y llegamos a la capital Española antes del mediodía. Lo acompañé a Fede en algunas de sus tareas, aunque sin descuidar la responsabilidad ociosa que me había sido designada. Dimos vueltas por varios Shoppings y mientras mi compañero negociaba, yo caminaba y me empecinaba en descubrir el secreto de que estos lugares sean tan parecidos en todo el mundo.
Aburridos de ver tantas veces las mismas vidrieras y sin haber descubierto el secreto, fuimos con Fede hacia el hotel donde nos quedamos hasta que el anochecer vaticinó mi momento protagónico del viaje, la gira. Salimos entonces al centro Madrileño y dimos unas caminatas nocturnas hasta llegar a un barcito que nos pareció adecuado para hacer lo que teníamos que hacer. Nos tomamos unas birritas y trabamos amistad con el barman que se copó y nos invitó un par mas. A nuestro lado había un grupo de italianos que también estaba calentando motores y pegamos buena onda, nos pasaron unas datas sobre los lugares mas apropiados para visitar en nuestra jornada nocturna y siguieron su camino después de unos sinceros saludos fraternales. Ya un poco entonados y a la deriva por Madrid decidimos recopilar algo mas de información antes de jugarnos a caer a un lugar no correspondido. Fue entonces que conocimos a Chiara, Patricia y Davide, tres tanos divertidos que andaban en la misma que nosotros, y que confundiéndonos con tarjeteros cayeron en la trampa de preguntarnos a dónde se podía salir una noche de martes en Madrid.
Los invitamos a que nos acompañen a un lugar que supuestamente conocíamos y que era el mas adecuado, nos jugamos un pleno y una vez que llegamos a la puerta del bar que “buscábamos” apareció un grupo de chicas, súper enfiestadas y gritonas que se acoplaron a nuestro grupo de un segundo a otro y que también fueron invitadas a pasar al bar. Allí estábamos, rodeados de un montón de gente amiga que ni siquiera conocíamos, allí nos quedamos el resto de la noche. Yo, con mi conciencia tranquila de que todo salió bien en mi momento protagónico del viaje. Cuando salimos de bar acompañamos a nuestros amigos tanos a su hostel y emprendimos el regreso a nuestro hotel.
El día laboral de Fede se hizo muy difícil, pero después de alguna que otra reunión ya pudimos agarrar la ruta de regreso a Valencia y nos dimos el lujo de desviarnos un poquito del camino y bajar a patear una pelota en el medio de los campos mas hermosos que vi en la vida.


Llegar a Valencia fue como llegar a casa. La corta pero intensa travesía por Madrid nos dejó exhaustos pero también nos acercó un poquito a la ruta. Tal es así, que al llegar el fin de semana, habiendo descansado lo insuficientemente suficiente, a Fede se le ocurrió preguntarme si tenia interés en conocer Barcelona. Una hora después ya estaba la guitarra en el coche, ya habíamos cargado nafta y acabábamos de agarrar la autopista que nos llevaría directamente a la provincia catalana. Llegamos allí a eso de las dos de la mañana de un viernes, justo a tiempo para experimentar la sensación de mezclarse en la mas opulenta diversidad social que alguna vez haya imaginado. La noche en Barcelona es algo muy particular, está lleno de todo. Es el mejor ejemplo de lo “cosmopolita”. Africanos, nórdicos, orientales, latinoamericanos, rokeros, caretas, machos, macho menos y mucho mas de todo, conviven en un tiempo y espacio común.
Nos quedamos el fin de semana en esta increíble ciudad pernoctando en el auto y alcanzamos a recorrer algunos de los lugares mas interesantes, como el parque G ü el y la catedral de “La sagrada Familia”.
El domingo al mediodía amanecimos decididos a partir y satisfechos por la escapadita, tomamos la autopista de regreso a Valencia y antes de llegar a casa nos desviamos hacia una de las playas del Puig para inaugurar la temporada de mar. Chapuzón y tembleque, luego relajado cansancio y mas tarde placentero descanso.
Los días siguientes fueron tranquilos, como siempre en este lugar, y solo faltaba ultimar los detalles para el viaje a Portugal.
El 5 de mayo tomé el avión desde Valencia hasta Madrid, donde me encontré con mi hermana que había llegado unas horas antes desde Buenos Aires. Tuvimos que esperar algunas horas el vuelo hacia Lisboa y cuando finalmente arribamos, mi primo Mariano nos estaba esperando. Resulta que él está viviendo hace unos 7 años en Portugal y esta era una oportunidad inmejorable para conocer un poco de su vida lejos de casa. Lo cierto es que no le va nada mal, vive en una casa muy linda con su mujer y sus hijos. Trabaja mucho pero siempre tiene tiempo para compartir con su familia. Con él recorrimos muchos de los lugares mas lindos de Portugal y aprendimos a comunicarnos rústicamente en el idioma nativo.
Igna, el mayor de sus tres hijos (tiene 10 años), nos invitó a presenciar una clase de música en su escuela a cambio del compromiso de tocar “persiana americana” para todo el curso. Trato hecho, le dije, y allí estuvimos disfrutando de dos horitas muy distendidas en las que fuimos agasajados por melodías de voces infantiles que nos sorprendieron por su afinación. Fue una experiencia muy linda que ojala algún día se repita.
Los primeros días recorrimos Cascai, que es la ciudad en la que vive Mariano. Tiene playas muy lindas y calles vistosas que constantemente ondulan su relieve formando montañas de asfalto y complicando la vida del peatón. Conocimos la feria de frutas y verduras y disfrutamos de un folklore genuino y agradable entre gritos de vendedores que hacían sus mejores ofertas.
El viernes salimos con Ceci a conocer un poco de la vida nocturna de Cascais, y paramos en un barcito donde la birra estaba barata y pudimos acomodarnos en unos silloncitos. Hasta ahí todo muy bien, diría que demasiado. De pronto aparecieron unos policías en camionetas y se empezaron a llevar gente que estaba escabiando en la plaza ubicada justo en frente del bar en el que estábamos. Inmediatamente el barman comenzó a pedir que nos vayamos y se alteró un poco el ambiente. Salimos algo aturdidos pero tranquilos, y caminamos en dirección a la casa de mi primo. Eran las 3 de la mañana, a pocos metros de llegar a destino notamos que desde atrás venían varias personas. Una de ellas la corrió a Ceci hacia un lado de la calle y las otras dos me corrieron a mí hacia el otro lado. Estaban armados así que fue evidente que se trataba de un asalto. Mientras nos sacaban todo lo que llevábamos, un auto pasó por el medio de la calle y los esperó a unos 80 mts. Todo fue en un instante, se llevaron lo que querían y corrieron hacia el auto. Uno de ellos tuvo la gentileza de tirarme la billetera con los documentos, y sin mas, desaparecieron.
Por supuesto que fue un golpe duro, y que la sensación de impotencia tardó varios días en desaparecer. Sin embargo siento que dejó algo bueno, nos desmitificó esa idea de “seguridad” que uno siente cuando anda por alguno de los países del “primer mundo”. Tercero, segundo, o primero, todos tienen su lado bueno y su lado malo, sus libertades y sus restricciones, sus bellezas y sus miserias. No nos sintamos ni mejores ni peores que nadie.
La perdida material no significó mucho porque mi primo se encargó de que no nos falte nada, así que tampoco anduvimos con privaciones y nos fuimos con Ceci a conocer Porto, lugar muy interesante por sus paisajes y la arquitectura, ubicado en el norte de Portugal. Es una ciudad unida por un enorme puente que cruza los 500 metros de ancho del rio que la divide en dos. Pasamos una noche allí y regresamos en el mismo tren de alta velocidad con el que habíamos llegado, al día siguiente me tocaba volar a Valencia.

El viaje estuvo bien, y “el Puig” me recibió sin una nube y con un sol mas veraniego que primaveral. Ya anduve tirando unas puntas por laburo así que veremos que pasa con eso que es lo único que me faltaría para acomodarme un poco mas a esta vida. Ceci vino unos días a Valencia y la llevé a conocer algunos de los lugares que les describí en otros mails. Si se la cruzan, pregúntenle si miento. Fue un placer tenerla aquí y espero que no pase demasiado tiempo hasta que volvamos a vernos.
Sin mas, les dejo mis saludos.

2 comentarios:

  1. escribite algo querido! quiero novedades tuyas. se te extraña por estos pagos!

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